La atención no es un proceso estable. Por lo general, debemos lidiar con muchos factores para que nuestra atención pueda funcionar de manera óptima. Aunque también existen algunos factores que la favorecen. Si bien entre estos factores algunos provienen del medio exterior, otros pueden provenir de nuestra propia mente. Precisamente estos son los determinantes internos.
Los determinantes internos son factores que provienen del interior de nosotros mismos y que favorecen nuestra atención. Un ejemplo de ello sería la emoción. Aquellos estímulos que logran desencadenar la emoción del sujeto captan más fácilmente la atención.
Otro determinante interno es nuestro propio interés. Si un estímulo calza dentro de nuestros intereses, entonces la mente podrá recordarlo con facilidad. Del mismo modo, nuestra atención puede verse sugestionada por nuestro entorno social o también por el curso que lleve nuestro pensamiento en un momento determinado.
Estos determinante son la explicación al porqué atendemos y entendemos mejor lo que nos interesa o lo que se encuentra cercano a nuestro medio social, y porqué nos cuesta más prestarle atención a lo que no nos interesa.